viernes, 7 de diciembre de 2007

El mago urbano


Volviendo a casa a las 2:30 de la mañana me encontré con un hechicero maligno.


Iba camuflado con la apariencia de un chaval de cabeza rapada, índice de alcoholemia impensable, cuero negro y actitud agresiva.


Este hechicero actuó en una parada intermedia. Eligio como blanco a dos chavalitas jovenes que iban a subir al autobús y aprovechando la escusa de que una de ellas era extranjera comenzo a recitar sus maleficios. El efecto fue inmediato, las dos chicas se asustaron y todas las personas que ibamos montadas miramos para otra parte sin querer meternos en líos. Este hechizo es uno de los grandes logros de la hechiceria maligna, el hechizo quitatedeenmedioquecontigonova.
Pero entonces aparecio el mago del bien. Iba camuflado de barrendero, más cerca de los 60 años que de los 50, con su traje fosforescente lleno de mierda, su palillo en la boca y cara de pocos amigos (una amiga dice que ese tipo de cara en realidad lo que dice es: "date la vuelta para que te mire el culo, tía buena").
Su primer conjuro sonaba algo así como: "Aaaaande vas, borrachuzo de mierda, deja las chiquillas en paz".
Su segundo conjuro fue: "T'arrimo una ostia te saco la cabeza por el cristal d'atras".
Su tercer conjuro fue: "Veste a tu puta casa a dormir la mona".
El hechicero calló, se bajo del autobús y se quedó a pasar frío en la parada del autobús.
El mago entró, se sento y, como no, le miró el culo a las chavalitas.
Unos cuantos de los demás nos alegramos, rumiamos un rato nuestra verguenza (estos conjuros los conocemos todos en España) y llegamos a casa un poco mejor que otros días.
Pero podíamos haberlo echo cualquiera y no nos atrevimos...